Este museo para la Semana Santa se plantea como la situación inversa que ocurre en una procesión tradicional, en la que las personas se agrupan a los lados de la calle y los pasos circulan entre ellos para ser vistos.
De esta manera, el museo se concibe como varias cajas independientes y «paradas» entendidas como grandes pasos que se van a visitar y que se comunican a través de una calle por la que los visitantes circulan y los observan desde diferentes perspectivas.
Cada «caja» o sala se diseña para transmitir diferentes sensaciones en función de lo que en ella se expone y apoyado por las diferentes proporciones y dimensiones de las salas o el uso de la luz natural y la manera en que entra o no en ellas.
De esta manera se diseñan salas bajas y oscuras, salas con iluminación cenital, salas con volúmenes colgados que dispersan el paso de la luz, salas con varias plantas o con huecos numerosos y diversos en dimensiones, incluso salas pensadas para verse desde balcones en la cubierta del museo, recuperando otra de las tradiciones de la Semana Santa.